Cerca de 2.000 personas desistieron en su intento de llegar a Estados Unidos por tierra. La travesía ha provocado un conflicto entre los países centroamericanos y Estados Unidos, que amenazó con cerrar la frontera
“¡Los migrantes no somos criminales, somos trabajadores internacionales!”. La caravana de migrantes centroamericanos ruge y se abre paso dentro de territorio mexicano. Una columna de más de 7.200 inmigrantes, principalmente hondureños, ha continuado a primera hora de este domingo su travesía hacia Estados Unidos. Es un contingente de más de 7.200 personas, de acuerdo con la oficina de Protección Civil del municipio de Suchiate, en el Estado de Chiapas. Otras cálculos cifran el contingente en 4.000 participantes.
“Me fui sin avisarle a mis padres, quiero que sepan que estoy bien y que sigo mi camino para adelante”, cuenta Claudia Dorme, una migrante de 13 años que salió sola de Honduras y este día sostiene una bandera hondureña en la vanguardia de la caravana. “Avanzo indignada, harta de todos los problemas que nos ha dado nuestro Gobierno”, dice María Trinidad Taura, una migrante de 65 años de San Pedro Sula. “No importa que sea Donald Trump o cualquier otro presidente, los políticos nos tienen que responder porque no han visto por nosotros”, comenta Taura, con un sonrisa mellada también l frente de la caravana.
La marcha ocupa uno de los dos carriles de la carretera entre Ciudad Hidalgo, pegado a la frontera guatemalteca, y Tapachula, unos 50 kilómetros adentro de México. Alcanzar Tapachula es el objetivo de esta jornada para reagruparse en su camino hacia el Norte.
“¡Mujeres y niños al frente! ¡Con cuidado, vos! ¡Péguense a la raya!”. Los organizadores luchan por controlar al contingente y para mantener el mismo ritmo ante el riesgo de dispersarse y perder el músculo del grupo, así como de que los menores y los adultos mayores que marchan tengan problemas de salud. En medio de la travesía, los problemas pequeños se vuelven grandes: hay cansancio, rozaduras, torceduras y algunos no han comido en varios días. “Tengo calentura desde hace dos días y me duele todo el cuerpo, pero no quiero darme por vencido, voy a hacer el sacrificio”, afirma Juan Manuel Veras, de 36 años, vestido con una sencilla camiseta blanca y un pantalón negro. Una mochila llena de ropa sucia es lo último que le queda. “Lo hago por mis cuatro hijos, somos muy pobres, voy a sacarlos adelante”, dice decidido.
El camino del continente ha estado pavimentado de muestras de solidaridad de los habitantes de Chiapas. Al tiempo que una familia sale de su casa con una bandera hondureña y les da gritos de aliento, voluntarios dan agua y café a los centroamericanos en tránsito. “¡México, México!”, arengan agradecidos los migrantes. Los más desesperados intentan adelantarse o irse de jalón (a dedo), pero el grueso del contingente avanza unidos, toma descansos esporádicos sobre el pavimento y forma cadenas humanas para prevenir detenciones en los retenes que se divisan en el camino. elpais.com