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Un lector me escribió la semana pasada contándome una situación de estrés con su jefe. Finalmente me preguntaba si podía yo determinar con lo acontecido si él tenía inteligencia emocional. Había leído mis dos libros al respecto, Migomismo I y II, y quería saber si había aprendido en la práctica.

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La buena noticia primero: Todos tenemos inteligencia emocional. Venimos dotados con tan importante herramienta para el triunfo. La vida nos pone a prueba en diferentes circunstancias y somos capaces de afrontarlas de diferentes maneras.

Debemos estar conscientes de algo: Si el jefe nos hace pasar por alguna situación especial (por no llamarla difícil) y no tenemos dependientes, quizá reaccionamos diferente que si tres personas dependen de nuestros ingresos en ese trabajo.

La inteligencia emocional es práctica y se mide con pruebas teóricas, por lo que es muy imprecisa. Una cosa es lo que sabemos que debemos hacer, otra es lo que hacemos en la realidad. Por lo mismo, quiero dejarle algunas situaciones que debe pasar a su consciente para saber qué hacer, porque depende de su acción y no de su reacción.

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Burlarse de otros: Las relaciones son parte esencial de la inteligencia interpersonal. Cuando nos reímos de otros no estamos siendo muy inteligentes emocionalmente hablando. Aunque otros nos lo celebren, todos están pensando que ellos serán los próximos y que no somos de fiar.

Siempre usar el mismo camino: Sobre todo en el sentido figurado. “Aquí siempre se ha hecho así” no puede ser su dogma si quiere llegar a resultados diferentes. Afrontar los cambios nos eleva el EQ (cociente de inteligencia emocional). El mundo es cambiante y mientras más flexibles seamos, mejor preparados estaremos. Aceptar sugerencias de cambios es muy inteligente emocionalmente hablando.

Buscar culpables: Basarse en el pasado suele ser muy reconfortante para los que no buscan avanzar. Lo que pasó ya no se puede cambiar, lo que sucederá, sí. Por lo general, el que busca culpables se vanagloria de sus logros y endosa a otros sus fracasos. La vida competitiva que afrontamos nos lleva a ese comportamiento tan nocivo. Es más inteligente reparar daños sin importar quién los causó, sube la moral del equipo y motiva la creatividad.

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Estresarse por algo que lo más seguro no suceda: Es un tema muy difícil de cambiar, pero que merece la pena intentar. Las personas que actúan de esta forma se cargan de hormonas del estrés que daña muchas partes de su cuerpo y sobre todo aleja a la gente feliz de su lado.

En conclusión, el lector que buscaba por una situación específica saber si tenía inteligencia emocional terminó evaluándose no por haber soportado la reprimenda específica, sino por lo que hace en su vida integral.

¿Se atreve a subir su EQ cambiando alguno de estos comportamientos? Si los tiene, claro está.

Por Diego A. Sosa

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