En este contexto, Venezuela envía un mensaje: el fascismo no es un capítulo cerrado de la historia, sino un peligro latente que, si no se reconoce y enfrenta a tiempo, podría reemerger con consecuencias devastadoras. Este congreso es, en esencia, una llamada de atención global para detener ese avance antes de que sea demasiado tarde.
Por Rafael Méndez
La convocatoria del gobierno de la República Bolivariana de Venezuela del “Congreso Mundial contra el Fascismo y Expresiones Similares”, más que una iniciativa coyuntural, es un mensaje claro sobre una atinada preocupación frente a lo que percibe como el resurgimiento de prácticas fascistas, tanto dentro de sus fronteras como a nivel global.
En un contexto postelectoral, donde se produjeron acciones vandálicas promovidas por sectores de la derecha, lo que reaviva el debate sobre las tácticas y estrategias que podrían asociarse con lo que muchos autores y analistas han definido como características propias del fascismo. Esa nefasta corriente que nació en el Siglo XX no es simplemente una ideología estática, sino un conjunto de prácticas que evolucionan en función del contexto.
Bajo esta luz, el gobierno venezolano ha caracterizado a ciertos sectores de la oposición como un intento de deslegitimar las instituciones democráticas y fomentar el caos, elementos que no es aventurado asociar con las primeras fases del fascismo, como son el uso de la violencia política y la retórica de odio en el ámbito público. Estas tácticas son típicas de la derecha venezolana, orientadas a promover la inestabilidad y a crear un ambiente de desconfianza hacia las instituciones estatales.
Es importante destacar, como lo advierten algunos tratadistas, que el fascismo no surge únicamente como una doctrina cerrada, sino como una práctica que se nutre del miedo, del resentimiento y de la crisis. Para el gobierno venezolano, esto parece advertir que detrás de estos hechos violentos se esconde una agenda más amplia que busca destruir los logros sociales y políticos del país, utilizando como bandera la oposición al gobierno.
El “Congreso Mundial contra el Fascismo y Expresiones Similares” convocado por el gobierno del presidente Nicolás Maduro Moros no solo busca analizar y denunciar estas prácticas, sino también dejar claramente establecido que la nación suramericana es una firme defensora de la paz y la estabilidad frente a lo que claramente se percibe como una amenaza fascista renovada.
Esta iniciativa internacional, que ha reunido a delegaciones de destacadas personalidades de todo el mundo, se concibió como un espacio para debatir, con actores progresistas y movimientos populares, los riesgos que supone la proliferación de discursos de odio, la intolerancia política y las formas violentas de oposición. En la historia reciente, estas han sido herramientas clave para el ascenso de regímenes autoritarios.
El fascismo: una hidra de siete cabezas
La metáfora “el fascismo es una hidra de siete cabezas” es pertinente porque hace referencia a la naturaleza multifacética y resiliente del fascismo, comparándolo con la mítica Hidra de Lerna, un monstruo de la mitología griega que tenía múltiples cabezas y que, al ser cortada una, le crecían dos más.
Este concepto sugiere que el fascismo no es un fenómeno simple o fácilmente eliminable, sino que se presenta bajo diferentes formas y manifestaciones, adaptándose y resurgiendo incluso después de haber sido combatido. Las “siete cabezas” pueden simbolizar las diversas caras del fascismo, como el nacionalismo extremo, la intolerancia, el autoritarismo, el racismo, el militarismo, la censura y la persecución de los disidentes. Al igual que la hidra, para erradicarlo completamente, es necesario atacar todas sus manifestaciones simultáneamente, de lo contrario, puede regenerarse y continuar extendiendo su influencia.
En términos históricos, el fascismo se ha definido por su capacidad de apropiarse del descontento popular, de capitalizar las crisis económicas y políticas, y de construir enemigos claros internos y externos para movilizar a las masas en favor de una supuesta regeneración nacional. Es ahí donde el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela se anota un tanto, al tener la capacidad visionaria de identificar y calificar las acciones de la derecha como características propias del fascismo.
El “Congreso Mundial contra el Fascismo” no es solo un evento, es una advertencia de Venezuela al mundo en un momento de gran inestabilidad global, donde los populismos autoritarios y los discursos de odio ganan terreno en varias regiones. El llamado a debatir y a actuar frente a estas expresiones es, en última instancia, una defensa de la paz, de la estabilidad y de la soberanía de los pueblos frente a quienes buscan fracturar el tejido social en nombre de la desestabilización y la violencia.
En este contexto, Venezuela envía un mensaje: el fascismo no es un capítulo cerrado de la historia, sino un peligro latente que, si no se reconoce y enfrenta a tiempo, podría reemerger con consecuencias devastadoras. Este congreso es, en esencia, una llamada de atención global para detener ese avance, ya que de no hacerlo a tiempo, las consecuencias podrían ser devastadoras.