Esa mujer va sola
silbando una canción
con una melodía triste,
tarareando su silencio,
balbuceando su destino,
caminando su camino,
cantando,
cantando,
cantando,
sin que nadie la escuche.
Esa mujer camina sola,
canta sola,
habla sola,
grita su desdicha en la penumbra,
sin detenerse ni por un minuto a llenar los pulmones de esperanza.
Sus pasos son lentos porque nadie la espera en ninguna parte.
Su mirada es lejana y profunda porque nada le interesa.
Su palabra es muda porque no quiere nadie la escuche.
Esa mujer no busca más compañía que la del árbol
que misteriosa la ve pasar.
No quiere más amigos que el viento que acaricia su mejilla
y la lluvia que generosamente moja su pelo.
Esa mujer buscó un amor bueno en los senderos de la vida.
Un amor verdadero.
Desinteresado como la ola del mar que sabe cuándo irse y cuando regresar a su playa segura de sí misma,
como la arena que no reclama exclusividad
ni posesión.
Un amor bueno,
de los que no ofenden con el rostro crispado,
de los que no golpean ni con la mirada.
Un amor que no subordinara un beso,
que no subestimara un abrazo,
que no negara una sonrisa.
Un amor sano,
Pero no lo encontró.
Juan T H
Diciembre 2017