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Por JUAN T H

Altice

Creo que fue el periodista Miguel Guerrero que escuché decir en uno de los programas en que participa, que la oposición política había cometido un error subestimando al presidente Luís Abinader. ¡Y es cierto, colega!

Luís Abinader ha demostrado, como dicen en un lenguaje “beisbolero” que no es “un fly al Cátcher”, ni mucho menos “un out vestido de pelotero”, que al parecer en política “se las sabe todas y una más”, como lo ha demostrado durante sus tres años de gobierno.

La “Tayota”, como en principio le decían sus opositores, (porque supuestamente no sabía a nada”) ha sorprendido a todos por haberse convertido en un excelente expositor, un maestro leyendo a través del “teleprompter”, poniendo énfasis donde tiene que hacerlo y convenciendo a sus interlocutores con un lenguaje sencillo y claro. La “Tayota” se convirtió en una “Jagua” o en una “Berenjena”, que dicen alimenta más que la carne, incluso la sustituye.

Como lo dijo muchas veces durante la campaña electoral, “yo me preparé para ser presidente de la República”. Todo parece indicar que, en efecto, se preparó, profesionalmente estudiando economía, tanto en el país como en el extranjero, especializándose en diversas áreas del conocimiento, adquiriendo una valiosa cultura general, para “algún día” dirigir los destinos del país con éxito sin importar los avatares que pudiera encontrar en el camino. (Muchas veces lo encontré en el estudio de su antiguo apartamento leyendo distintas obras sobre política, economía, novelas, poesía, ensayos, etc., que lo han convertido en un hombre culto de una sólida formación humanística)

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Los críticos del presidente Abinader decían que no tenía experiencia de Estado, lo cual es cierto, que no había sido ni regidor. Tremenda sorpresa se llevaron sus críticos, al igual que toda la población, cuando el hombre asumió la presidencia de la República en medio de una crisis sanitaria que puso de rodillas al mundo, comenzó a tomar medidas heroicas para sacar el país de la crisis. ¡Y vaya que lo hizo! Todos, dominicanos y extranjeros, vieron con asombro como la República Dominicana, de la mano de su presidente, fue de los primeros países en conseguir las vacunas, inocular a su población, recuperando el turismo, las zonas francas, el empleo, la producción agroindustrial para evitar una hambruna, al tiempo de hacer crecer la economía más que todos los países de la región.

No bien el país salía de la pandemia, cuando estalló la guerra de la Unión Europea, Estados Unidos, Rusia y Ucrania, Camarón de proa del conflicto. La guerra elevó los precios de los combustibles, los fletes, los cereales, los fertilizantes, etc. El gobierno de Abinader supo” “aguantar el temporal” evitando que la inflación se convirtiera en el principal enemigo de la paz social y de la gobernabilidad.

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Más adelante llegaron las tormentas, los huracanes y los tifones, con sus consecuencias devastadoras afectando la agricultura. Abinader nunca se quedó de brazos cruzados. Al contrario, la mano amiga del gobierno estaba allí, donde la gente lo requería, porque, como ha dicho muchas veces, “el dinero alcanza cuando nadie se lo roba”. Como ha repetido en estos días, “no hay un problema, grande o pequeño, al que personalmente no le preste atención con el interés de resolverlo.

Haber subestimado a un dirigente político de la calidad profesional, política y cultural, como Luís Abinader, ha sido un error garrafal de la oposición. Al mandatario hay que reconocerle sus méritos para que estar “a la altura del conflicto”, como diría Fito Páez.

Para que la oposición pueda enfrentar con éxito al presidente Abinader, lo primero que debe hacerse, es reconocer su capacidad de trabajo, su integridad y su vocación de servicio desinteresado y humano. Abinader no es un hombre ambicioso, no quiere más de lo que tiene, que es mucho. No es corrupto, al contrario, lucha en contra de ese flagelo que tanto daño le ha provocado al pueblo dominicano.

Subestimar a un hombre con esas prendas éticas y morales, es un error que, en política, se paga carro. La oposición debe cambiar su táctica y su estrategia para combatir a Luís Abinader, que ha resultado ser “¡un tolete de presidente!”.

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