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Por JUAN T H

Altice

El “consenso” en la búsqueda de la solución de los problemas nacionales que padece la República Dominicana no lo dan los dirigentes de los principales partidos políticos, de los grupos empresariales, de los poderes fácticos, el “consenso” lo da el pueblo, el “soberano”, que acude masivamente a las urnas para elegir a sus autoridades.

El “consenso” es propio de los regímenes dictatoriales, donde prima la fuerza y la violencia. Pero en las democracias el consenso va con el descenso. La unidad y lucha de los contrarios, las contradicciones en el seno del pueblo, la discrepancia, el pensamiento y la expresión libre del pensamiento.

La democracia supone la lucha de los contrarios; en la democracia, como en la dialéctica, “uno se divide en dos”. Todas las cosas tienen un lado positivo y otro negativo. Es lo que llamamos la “unidad y lucha de lo contrario”.

En ese sentido, creo en el pueblo, en su capacidad transformadora y revolucionaria para producir los cambios políticos, económicos y sociales que demanda un país determinado.

Creo, por igual, en la unidad del pueblo para luchar por producir los cambios que mejoren su calidad de vida material y espiritual. Ese pueblo, que le dio el poder a Luís Abinader tiene que hacer fila a su alrededor y formar un círculo de cambios y transformaciones. Presionar para que los cambios se den. Luchar. No es tarea solo del presidente y de su partido, es de todos.

Si la democracia es el gobierno del pueblo y para el pueblo; si el pueblo es quien da el poder a través de un proceso electoral donde los ciudadanos acuden a ejercer su derecho al voto de una manera libre, abierto, plural, con amplias garantías constitucionales, entonces, que gobierne el pueblo, no un grupo de usureros y rentistas de la economía y la política.

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El pueblo le ha dado el poder al presidente Luís Abinader para que gobierne, contra viento y marea, enfrentado todos los riesgos que supone el ejercicio pleno y responsable de sus funciones, establecidas tácitamente en la Constitución política aprobada legítimamente por el Congreso.

La democracia no puede ser buena solo cuando conviene a determinados intereses, usualmente espurios…

Sé -bien que lo sé- que el Estado, en todas partes del mundo, tiene una expresión de clases. Pero el Estado de hace cien años no es el mismo Estado de estos tiempos, como tampoco lo es la gente; por lo tanto, dentro de ese Estado se pueden producir cambios y transformaciones siempre y cuando el pueblo se empodere, se una y luche, porque, como dice la consigna: “El pueblo, unido, jamás será vencido”.

Leonel Fernández no es consenso. Con ese señor no se puede contar para nada bueno. Danilo Medina tampoco es consenso. En el PLD no hay nada que buscar. En el PRD, menos. En el PRSC no queda más que cuatro siglas. El sistema de partido está en crisis profunda. El pastor (alemán) Ezequiel Molina, un “fariseo”, al igual que otros pastores (alemanes) y “curas malditos” que predican moral en calzoncillos, tampoco es consenso. Los grupos “progresistas” perdieron el rumbo hace tiempo, seduciéndose a casi nada. De ellos queda poco. ¡penosamente!

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El consenso lo da el pueblo, el pueblo le ha dado 29 senadores, de 32; 145 diputados, de 190; el 85% de las alcaldías, es decir, una mayoría aplastante, arrolladora, incuestionable. Es decir, el pueblo, el soberano, le ha dado al presidente Abinader, el poder necesario para producir los cambios estructurales que reclama, desde hace años, el pueblo dominicano.

Llegó el momento del cambio verdadero; si existe una voluntad política del presidente Abinader, no del partido, en quien no confío mucho, podrá modificar la Constitución, modernizándola, corrigiendo todos los entuertos, ampliando el respeto de los derechos humanos, poniendo cuantos candados sean necesarios, etc., etc.

Igualmente, el presidente podrá hacer la reformas económicas y políticas a la ley electoral, al Ministerio Público, etc. El gobierno no puede temerle a la discusión, al debate, a las contradicciones, pero tiene que empantalonarse y hacer, como digo siempre, lo que hay que hacer, para que sea cierto, que “lo mejor, está por venir”, debemos empujar el carro de la historia.

Alguien podría pensar que yo espero mucho de Abinader. ¡Y es verdad! Pero, pienso, que, a pesar de ser un hombre del sistema, empresario, con mentalidad empresarial, democrática, no autoritaria, asumió un compromiso social que le permitirá dejar un legado indeleble que podría cubrirlo de gloria inmortal. (¡Qué los hechos me desmientan!)

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