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JUAN T H

Altice

El problema no es la Junta Central Electoral, el problema es el gobierno.

El problema no es la JCE, es el Comité Político del Partido de la Liberación Dominicana.

El problema no es Julio César Castaños Guzmán, es el presidente Danilo Medina que no está dispuesto a ceder el paso, permitir la transición, el surgimiento de un  jefe Estado que no esté bajo su dominio y jefatura.

“Yo, el Supremo”, como la novela del escritor paraguayo Roa Basto; el que lo controla todos los poderes, el Estado representado en una persona, en un mesías,  Zeus, el Dios del Olimpo. Jefe del sistema Judicial (jueces y fiscales), Congreso, Policía Nacional, Fuerzas Armadas, Iglesias, medios de comunicación, periodistas convertidos en bocinas, etc. Demasiado poder para una persona que no tiene vocación ni formación democrática.  Un presidente decidido a no abandonar el poder por las consecuencias futuras.

Intentó un tercer periodo consecutivo utilizando los recursos del Estado para comprar adhesiones, pero fracasó porque la oposición encabezada por Luís Abinader y Leonel Fernández, la sociedad civil, el empresariado, etc., se opusieron, obligándolo a orquestar un fraude  para impedir que su archienemigo, Leonel Fernández, se convirtiera en candidato. Prefirió imponer un candidato sin condiciones y sin arraigo por encima de su propio entorno, dejando “enganchados” al grupo de dirigentes que aspiraban a la nominación inspirados por él mismo, alguno de los cuales posteriormente se arrodillaron sumisos, salvo el secretario general del partido y presidente del Senado, Reinaldo Pared Pérez que se mantuvo erguido y digno.

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Danilo Medina continuará insistiendo en seguir gobernando aun sea a través un títere que dice constantemente que de “ganar” las elecciones continuará la “obra del presidente Danilo”. No fue por casualidad lo seleccionó, fue adrede precisamente porque es el de menos formación, el más complaciente, el que siempre responderá a sus mandatos. “Danilo sería el poder detrás del trono”, como lo hizo Trujillo lo hizo en varias ocasiones.

La Junta no puede impedir lo que no controla, lo que no decide, lo que no puede prohibir aunque lo prohíba. A la Junta le falta independencia, autonomía, recursos de los que no dispone y tiene que pedirlos al presidente de la República, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, dueño del presupuesto, del Plan Social de la Presidencia, de los Comedores Económicos, de todos los ministerios, es quien firma los decretos, el que nombra y destituye.

La Junta no manda en la policía, en los guardias, en los fiscales, etc. Un pleno de cinco personas escogidas por “su” Congreso, sin poder real, con leyes que no sirven para garantizar un proceso justo y transparente. Sin la voluntad mesiánica del presidencial la Junta no puede hacer prácticamente nada. Dejémonos de pendejada. El problema no es Castaños Guzmán, es Danilo Medina.

Pedir la renuncia pura y simple de los titulares del pleno de la JCE es como “coger piedras para los más chiquitos” o “el rábano por las hojas” sin medir las consecuencias. El fraude no lo hizo la Junta  aunque hayan participado funcionarios; el fraude lo orquestó y lo realizó el PLD sabiendo que estaba perdido de manera humillante. Abortar las elecciones no fue una decisión de la JCE, fue del gobierno que incluso llegó a utilizar a las Fuerzas Armadas y la Policía para encubrir la tenebrosa operación.

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Por lo tanto, al que hay que condenar es al partido oficial y al jefe. Si debemos pedir una renuncia es la del presidente Danilo Medina lanzando al pueblo a las calles, como ha ocurrido en otros países latinoamericanos.

Negociar con una JCE débil, que no está en capacidad de cumplir los acuerdos, aunque quiera, cosa que no dudo, es perder el tiempo. Con quién hay que discutir y producir acuerdos que permitan unas elecciones libras y transportes, con equidad y democracia, es con el presidente Danilo Medina y el Comité Político para que dejen a la JCE trabajar sin extorsiones, presiones o chantajes, para que sea libre y soberana, organizando las elecciones con transparencia. Y al final contar los votos, y el que ganó, ganó, y el que perdió, perdió, pero en buena lid, sin trampas, sin “capú y no te abajes”, sin arrebatar.

La marcha de la oposición de este domingo no debe terminar en la Plaza de la Bandera frente a la sede de la Junta, debe terminar frente al Palacio Nacional.

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