Miguel Ángel Cid Cid: Encuentro con José Enrique Sued en Santiago
Un hombre de figura imponente irrumpió con pasos lentos y seguros en el Food Shop. Yo lo vi llegar, mientras disfrutaba una cerveza negra bien fría del 8.5% de alcohol, tratando de calmar los nervios tras un retraso de más de una hora en el viaje. Una bebida ideal para aliviar el estrés, pensé.
La llegada de José Enrique Sued
Quedaba la mitad de mi cerveza cuando, a través de los cristales, observé una jeepeta Pilot gris estacionándose frente a la puerta principal del local. Pasó más de un minuto antes de que se abriera la puerta delantera derecha y un hombre voluminoso comenzara a descender lentamente.
Su parsimonia al salir parecía calculada, como si quisiera captar la atención de los presentes para que reconocieran al recién llegado. Con el mismo cuidado se dirigió al interior del Food Shop, repartiendo saludos y sonrisas a los clientes. La gente respondía con una cortesía distante, la diplomacia del deber cumplido. Pero yo no podía fingir indiferencia.
La indiferencia de Santiago ante un ícono político
Mientras ese hombre descomunal avanzaba a paso de tortuga, observé con atención las reacciones del entorno. Buscaba la expresión de algarabía que solía acompañar la llegada del líder colora’o de Santiago. Sin embargo, mis expectativas se desvanecieron.
La indiferencia reinaba: cada quien estaba inmerso en sus asuntos. A diferencia de los demás, esperé a que aquel hombre de memoria prodigiosa se acercara lentamente, con pasos pausados, rozando el suelo en cada pisada.
Al pasar junto a mí, nuestras miradas se encontraron. Entonces, con voz ronca, me saludó con una sonrisa: “Hola, ¿cómo tú estás?”. Empujé mi silla, me puse de pie y le estreché la mano mientras respondía: “¿Cómo está usted, José Enrique?”. Fue un apretón de manos cargado de respeto.
El poder pasado de José Enrique Sued en Santiago
Hace apenas una década, este encuentro habría sido impensable. José Enrique Sued habría llegado escoltado por siete jeepetas, quince vehículos y decenas de motocicletas. Clientes, empleados y transeúntes habrían interrumpido sus actividades para rendir tributo al líder indiscutido del reformismo santiaguero.
Si entonces se hubiera detenido a saludarme, me habría llamado por mi nombre, y alguno de sus escoltas le habría informado sobre mi perfil. Su imagen de poseedor de una memoria prodigiosa era clave en su estrategia política.
Me habría preguntado, por ejemplo: “¿Cómo va lo del Presupuesto Participativo?”, en un saludo cordial y cercano.
Una vida dedicada a la política dominicana
De sus 71 años, José Enrique Sued dedicó más de 50 a la política. Su trayectoria comenzó con la sindicatura del entonces Distrito Municipal de Licey al Medio. Fue electo regidor de Santiago de los Caballeros en dos ocasiones, presidente del Ayuntamiento en varias ocasiones y diputado en el Congreso durante el último tramo de los 12 años de Balaguer.
Además, administró la Industria Nacional de Papel, gestionó Molinos Dominicanos, supervisó la Región del Cibao a cargo de la CDE, fue subsecretario de Interior y Policía y tres veces síndico de Santiago de los Caballeros.
El ocaso del reformismo y nuevos rumbos políticos
En la antesala de las elecciones de 2020, exploró la posibilidad de competir por la alcaldía de Santiago. Sin embargo, la otrora poderosa estructura reformista se desmoronó, dejando solo un conjunto de yolas y cayucos a la deriva.
Pragmático, abandonó “El Buque Insignia” del reformismo y se sumó al PLD y al danilismo. Apoya a Rosa como candidata a alcaldesa, a Valentín como senador y a Gonzalo a la presidencia, mientras él aspira a una candidatura a diputado.
Un símbolo olvidado en su propia ciudad
A pesar de su legado como servidor público y líder incomparable, el reciente sábado 21 de septiembre, José Enrique Sued entró al Food Shop, usó el baño y nada más sucedió. Solo yo, uno entre muchos, me puse de pie para rendirle el respeto que merece.
Ojalá quienes hoy se creen líderes comprendan que su endiosamiento es temporal y que, cuando la gracia del poder se desvanezca, pocos los recordarán. Si entendieran esto, tal vez su servicio al Estado sería diferente, más genuino y comprometido.
Miguel Ángel Cid
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Twitter: @miguelcid1

