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Por Julio Martínez Pozo

Altice

Mi primera lectura en el 2021 ha sido “Caos, el poder de los idiotas”, escrito por Juan Luis Cebrián, quien fuera director-fundador del diario El País por más de cuarenta años. La obra fue trabajada en el contexto del confinamiento creado por la pandemia de Covid19, igual como ocurrió con el libro de Carlos Malo de Molina, sociólogo y mercadólogo español, “El mercado de las ideas”.

Ambas obras abordan los principales desafíos de la democracia, coincidiendo con Noam Chomsky en que se encuentra severamente amenazada por las insatisfacciones de cerca de ocho mil millones de seres humanos, que en inmensa mayoría se sienten abandonados a su suerte, mientras un reducido grupo multiplica sus beneficios de manera exorbitante, dejando a los más como presas fáciles de demagogos que buscan explicaciones simplistas a la disminución del ingreso y de la calidad de vida, formulando ofertas redentoras.

“Escribo estas líneas abochornado por el deleznable espectáculo que los responsables de la gobernación del mundo nos regalan a diario, con desprecio a la incalculable pérdida de vidas humanas y al sufrimiento de una sociedad perpleja y aturdida, víctima de sus errores”, dice Cebrián al inicio del primer capítulo.

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Es importante resaltar que los idiotas a los que alude el ex director del País no son a los que el público puede percibir a leguas, porque esos no encantan ni llegan a ganar elecciones. El término está referido a la segunda acepción del diccionario de la Real Academia Española, los que son “engreídos sin fundamento para ello”.

“No es difícil atribuir dicha condición a personajes tan pintorescos como funestos. Hablo por ejemplo de Donald Trump, Boris Johnson, Jair Bolsonaro o Química Torra. Pero hay otros menos evidentes que no le van a la zaga en méritos para el calificativo, pues en semejante concurso no existe distinción de géneros ni ideologías”.

Sobre el rol de las redes, al igual que lo refiere Henry Kissinger en el Orden Mundial, Cebrián destaca que como ocurrió en las protestas que se dieron en 2010 en el mundo árabes, sirven para agitar y convocar, pero no para trazar lo que sigue después:

“Las primaveras árabes, que tantas esperanzas despertaron, han desembocado, con la única excepción de Túnez, en regímenes dictatoriales y aprobiosos; Arabia Saudí se permite asesinar disidentes fuera de sus fronteras, como es el caso del periodista Khashoggi; y Libia es un país destruido por el talibanismo y la que amparan diversas potencias internacionales…”.

La pandemia es una crisis sanitaria y económica que llega cuando los efectos de la crisis financiera del 2008 aún no habían curado y recuerda el panorama previo al Covid19:

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“Los disturbios habidos en 2019 en Ecuador, Chile y Colombia; la crisis boliviana, el enfrentamiento legislativo en Perú, el estancamiento de la situación en Venezuela, la derrota del Frente Amplio en Uruguay, y las tendencias neofascistas en Brasil, junto con la recesión económica en México, habían puesto de relieve la inestabilidad endógena de los regímenes de la región, un área vital para España” 

A partir de la experiencia vivida con el caso Lava Jato Juan Luis Cebrián previne sobre el daño manipular políticamente la justicia: “En América Latina no conviene despreciar la existencia del llamado gobierno de los jueces, allí  donde estos y los fiscales asumen poderes exagerados que tratan de sustituir o condicionar al ejecutivo ejerciendo acusaciones infundadas que sirven de pretexto para anular a quienes no son de su agrado”.  

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