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Altice

Miguel Ángel Cid Cid

En la entrega anterior destacamos los problemas de la teoría del gancho como mecanismo de oponerse a todo. Sobre todo objetar las iniciativas del gobierno, sean las que sean. Hoy nos inclinamos ante los jóvenes en la Plaza de Bandera, movimiento posible gracias a la obstinación de los partidos políticos de cerrarle el paso a las nuevas generaciones.

La juventud capitaleña, en efecto, se lanzó a la calle, ocupó la Plaza de la Bandera y pidió la renuncia en pleno de los Miembros de la JCE, empezando por su presidente. El 27 de febrero homenajearon al patricio Mella organizando un “Trabucazo”.

Al mismo tiempo se iniciaron los cacerolazos frente a las casas de los funcionarios, inclusive en la residencia del Presidente Danilo Medina. Pero si uno observa con atención a los jóvenes que se vienen movilizando, salta a la vista que lo que hay aquí es –ya lo dijo Rosario Espinal— una rebelión de la clase media. Hay aspectos, en ese sentido, que llaman la atención.

¿Están los jóvenes –privilegiados, por demás, por el actual estado de cosas— jugando a la desestabilización? ¿Tienen vocación democrática? Veamos.

El humorista Carlos Sánchez declaró en la Plaza de la Bandera lo siguiente:

Les decimos al PRM, partido que aparenta que ganará las próximas elecciones, que la alianza que realizaron con La Fuerza del Pueblo se la pueden comer con yuca, porque el líder de esa organización fue uno de los que le hizo daño a la nación.

¡Oh, sorpresa! A quien se comieron con yuca fue a él. Sólo por expresar sus pensamientos. ¿Entonces? ¿Cuál democracia nuestros jóvenes enarbolan? ¿Más de lo mismo, pero con más caché?

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Por ello la camisa negra de Juanes viene descolorándose. Las camisas negras de la Plaza de la Bandera terminaran gris, como la camisa del policía de tránsito bajo el tetero del sol, antes que convertirse en votos. La oposición prefería efectivos votos negros en las urnas, en vez de las flamantes protestas con cacerolas y camisas negras.

Un aspecto de nuestra democracia es que sus demócratas se contagian del virus del poder. Y son tan compasivos que mantienen a la juventud a raya para que no se contamine. Eso no sólo ocurre en la estructura del Estado, sino que está presente al interior de los partidos. Basta mirar a las cúpulas de las organizaciones políticas dominicanas, para ver la longevidad regodeándose en sus posiciones. Los jóvenes están ahí, pero como excepciones, como objetos instrumentales, no como sujetos de cambio.

El PRM es, sin dudas, el más aventajado del momento. En su dirección los perremeístas tienen una cantera de jóvenes prometedores. Aun así, conviven en su interior varios fósiles dignos de ser transformados en piezas de museo. Aunque algunos muchachos dejan ver su vocación de perpetuidad, David Collado, siendo joven, dio el primer paso al desistir de su segura reelección en la alcaldía del Distrito Nacional. ¿Seguirá Luis Abinader ese ejemplo en el futuro?

En el cierre del año 2019, el Dr. Leonel Fernández fundó el partido Fuerza del Pueblo. Con todo y que es el reciclado partido más reciente, su dirección parece que se conformó en el siglo XIX. Su líder, por ejemplo, pasó de enarbolar un discurso moderno a peroratas nocturnas por televisión dignas de un líder montonero o guerrillero de los 60’s.

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El Partido de la Liberación Dominicana (PLD) es el caso más conmovedor. Veamos algunos ejemplos en orden de importancia descendente: Fernández Reyna se reeligió durante 12 años en la presidencia del país. La fábrica de presidentes que anunció se basaba en un plan piloto donde él permanecería en el poder, al estilo Vladímir Putin, hasta el 2044. El Presidente Danilo Medina le dañó el plan y se lleva dos períodos consecutivos con la ñoña.

Más abajo, en el Senado de la República, nadie sabe cuántos años lleva Reynaldo Pared Pérez aferrado a la presidencia. Abel Martínez y Julio César Valentín se reeligieron 6 y 4 veces, respectivamente, en la Cámara de Diputados.

A lo interno del partido morado se encuentra Euclides Gutiérrez Feliz; cuando Dios ordenó “hágase la luz”, ya él era miembro del Comité Político peledeísta. Me resisto a mencionar a Felucho, José Tomás, Selman, Francisco Javier, Temo, y un largo etc.

En fin, el verdadero gancho de la política criolla consiste en seguir cebando dirigentes que aportan poco, a excepción de sus mañas, a sus respectivos partidos. Líderes que deberían ser fuente de estudio para la “geriátrica de la política”. Una eventual especialidad de las ciencias políticas que deberíamos fundar los dominicanos como contribución general a las ciencias sociales.

 

Miguel Ángel Cid

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Twitter: @miguelcid1

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