JUAN T H
Si el dinero fuera suficiente para ganar unas elecciones, los candidatos fueran empresarios. Auténticos oligarcas. Si fuera por dinero, las 20 y tantas familias dueñas del país escogerían a uno o dos de sus miembros para que optar por el cargo.
Si por dinero fuera, hace tiempo que el presidente de la República lo sería un dueño de una de los tantos consorcios de bancas de apuestas que existen en el país. Esta nación –por si no lo saben- tiene más bancas de apuestas que liceos, escuelas, colegios, universidades, hospitales, clínicas, farmacias, colmados, ventorrillos, salones de belleza, centros culturales y deportivos, juntos.
Si la cuestión fuera dinero, -nada más- el presidente, electo mayoritariamente, sería uno de los grandes capos que hemos tenido en las últimas décadas. Porque esos señores sí que tienen, no sólo dinero, sino poder en instituciones civiles y militares.
El dinero es muy importante en una campaña electoral. ¡Claro que lo es! Pero no es definitivo, determinante ni único factor. No es verdad que un candidato, porque está podrido en dinero –no importa su procedencia,- ganará alcaldía, senaduría, diputación, etc. Ni mucho menos la presidencia del país.
Si por dinero fuera los apellidos de los presidentes de los últimos años no habrían sido Guzmán, Jorge Blanco, Fernández, Mejía, Medina. Habrían sido Corripio, Pellerano, Viccini, Lama, Martí, Bonetti, León Jiménez, Gullón, etc.
Hasta ahora ningún grupo empresarial familiar o individual ha decidido buscar el poder directamente para instaurar sus empresas en el Palacio Nacional y hacer que el Estado funcione como una corporación a su servicio; eso lo hizo el Partido de la Liberación Dominan que convirtió a “unos arrastrados”, desclasados y sin clase, en “empresarios” creadores de un órgano político llamado Comité Político que se convirtió, no en una fábrica de presidentes, sino en una fábrica de millonarios, convencidos que con tantos recursos pueden perpetuarse en el gobierno, ignorando las enseñanzas de la historia política y del poder de toda la humanidad.
Danilo Medina, José Ramón Peralta, Gonzalo Castillo, entre otros, creen que el dinero bastará para imponerse en las elecciones tanto de febrero como de mayo, contradiciendo lo que muy tempranamente dicen las encuestas: que el PRM ganará tanto las municipales como las congresuales y presidenciales.
Recordaba el historiador y sociólogo José del Castillo aquella expresión famosa del profesor Juan Bosch durante la campaña de 1962: “el corazón no engaña a su dueño”; años después habló de “vergüenza contra dinero”, y aquella otra, más reciente del ingenio popular; “cogemos la fundita y no somos reformistas”. Los ciudadanos, que no son pendejos ni locos, harán lo mismo: cogerán todo lo que le den y votarán en contra.
El pueblo dominicano harto de abusos, mentiras, corrupción, descalabro de la economía, inseguridad ciudadana, falta de educación y salud, de crímenes y delitos, de arrogancia y petulancia, de nepotismo sin ninguna ilustración, decidió un cambio de gobierno. Es una ola que crece cada día, como un tsunami. La gente tomará lo que el PLD le dé: dinero, pica Pollo, alcohol, asfalto, planchas de cinc, barrilla y cemento, y luego votará por los candidatos de la oposición, lo hará por Luís Abinader.
El dinero sucio del gobierno no podrá detener el cambio porque “el corazón no engaña a su dueño”, porque la vergüenza podrá más que el dinero, porque los pobres tomaran lo que le den –que es de su propiedad- y votarán por los candidatos que le ordene su conciencia.