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Nelson Encarnación 
CARACAS.- El 23 de febrero de este año se produjo un hecho altamente sintomático y de difícil registro en la historia de las relaciones de los países en tiempos de paz.
Me refiero a la concentración en la frontera colombo-venezolana de varios presidentes de la región para implementar, abiertamente, una conspiración contra el Gobierno de Nicolás Maduro mediante la mascarada de una supuesta “ayuda humanitaria  para socorrer a los venezolanos”.
Allí estaban, en primera fila, los presidentes Iván Duque, el atajador para la ejecución del plan, y el chileno Sebastián Piñera, sin olvidar que también estaba el operador por excelencia contra Venezuela, el señor Almagro, quien ha instrumentaluzado de forma vergonzante a la Organización de los Estados Americanos (OEA).
Habían otros personajes con igual designio, pero todavía no les ha llegado el turno. A quienes sí les ha llegado es a Piñera y a Duque, y qué bueno que así haya ocurrido.
Chile ha estallado y el señor Piñera ha tenido que probar lo duro que resulta enfrentarse a la calle, que con justa indignación ha salido a decirle que el modelo sobre el cual se ha presentado a ese país como la vía a seguir ha fracasado y ya no tiene respuesta.
De ser un permanente agitador para desestabilizar Venezuela, Piñera no encuentra qué hacer con su propia situación, pues el modelo de los Chicago Boys se agotó y Chile tiene hoy más pobres que hace veinte años, sin importar que la OCDE lo haya declarado país desarrollado.
Vamos a Colombia. Iván Duque–calificado como “subpresidente” porque en verdad quien manda es Donald Trump – -desde el intento de agresión a Venezuela no ha atendido su trabajo.
Y como tenía que suceder, los colombianos se hartaron de tener a un inepto presidiendo su país, por cuanto decidieron acorrararlo desde las calles, con golpes de masas presionando en todo Colombia hasta obligarlo a negociar y asumir compromisos.
En conclusión: la experiencia de estos dos gobernantes–no he mencionado al peor de todos, el ecuatoriano Lenin Moreno–pone de manifiesto la importancia de tener presente que lo que ellos han provocado en Venezuela se les ha revertido con consecuencias aún impredecibles, particularmente para Piñera.
Mientras ellos enfrentan ahora la justa rebelión de sus pueblos, Venezuela vive un proceso de notoria normalización, con sus ciudadanos inmersos en todas las actividades cotidianas de cualquier sociedad, sin dejar de reconocer que existen muchas dificultades agravadas por el bloqueo que padece.
Luego, podemos decirles, de manera individual a Duque y a Piñera: “Ahí tienes sobre tu techo de cristal las piedras de tu propia realidad”.
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