Nadie puede sorprenderse de lo que diga el ex presidente Danilo Medina. Todos sabemos que es capaz de decir cualquier cosa, pues su cinismo, mediocridad y falta de escrúpulos no tienen límites. Su dislexia política es antológica. Su idiotez también. Aun sigo sin entender como ese hombre, sin luces intelectuales, capaz de falsificar un intitulo de ingeniero de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, pudo alcanzar la más alta posición que puede lograr un ciudadano: la de jefe de Estado, sin tener la más mínima condición. No debió ser ni alcalde pedáneo de Arroyo Cano, donde nació. (Solo en este país de las maravillas un hombre como ese pudo alcanzar la presidencia de república. ¡En ningún otro!)
El Partido de la Liberación Dominicana aún existe gracias a la benevolencia, a la indulgencia del sistema de justicia del país después de la devastación que produjo durante 20 años, 16 de manera consecutiva. (La devastación del PLD fue mayor que la de Osorio producida entre 1605 y 1606 por orden de la corona española para despoblar la parte occidental de la isla con el propósito de evitar el contrabando, creando los municipios de Monte Plata y Bayaguana)
Danilo Medina, al igual que muchos de sus lacayos, debería callarse para siempre o hablar desde la cárcel del 15 de Azua, en el patio, en medio del abrazante y sofocante calor que produce el implacable Sol.
No hace mucho dijo -sin sonrojarse- que el PLD no estaba muerto, que estaba de parranda a pesar del encarcelamiento de sus hermanos, cuñados, miembros de su seguridad y de su entorno gubernamental, a los que, por cierto, no ha visitado ni siquiera por solidaridad. (Dice un sabio refrán popular que “los amigos se conocen en el hospital y en la cárcel”. Y más si se trata de familiares, solo que “los ingratos no tienen memoria”)
No importa lo que diga Danilo, la procesión de su entierro político pasó frente al Palacio Nacional con un silencio sepulcral. La Constitución de manera tajante y taxativa le impide volver a la presidencia. Y no creo que este pueblo, por loco que esté, se lo permita. El PLD todavía lleva sobre sus hombros el ataúd el pesado fardo de la corrupción que se llevó cientos de miles de millones de pesos impidiendo el desarrollo de la nación. Y tal parece, por lo que veo que en el mismo hoyo de Danilo terminará enterrado el PLD, que perdió calidad ética y moral para sobrevivir.
El ex presidente Leonel Fernández, responsable también de la devastación, haciéndose el loco, se presenta como uno de los niños cantores de Viena, aprovechando la crisis moral de la “vieja casa” atrayendo a sus dirigentes, militantes y simpatizantes, ignorando su participación directa en apocalipsis morado.
Por lo que dicen las auditorías, sin apañamientos ni compromisos con el gobierno, en muy pocas instituciones del Estado no se produjeron actos de corrupción durante los 5 periodos del PLD, tres de Leonel y dos de Danilo.
Si tuviéramos un ministerio Público con el personal y los recursos necesarios ya todos los que robaron el dinero del pueblo estarían presos, con medidas de coerción muy severas, algunos incluso de manera definitivas, pero no es así, los procesos judiciales son muy lentos y largos cuando se trata de políticos delincuentes.
El PLD está condenado por el pueblo humilde y trabajador. No le perdonará el latrocinio. Me tema que el brazo de la justicia, por las limitaciones estructurales que tiene, no procese a todos los involucrados en actos de corrupción, y mucho menos que el dinero robado sea devuelto al pueblo, que tanto lo necesita.
Hay que tener muy poca, o, ninguna vergüenza, para continuar en el PLD. Aclaro -no se dejen engatusar, que la “nueva casa” es vieja, que moralmente está descalificada. La nueva casa es igual a que la vieja casa. El cambio de nombre no hace mayor diferencia. ¡La misma vaina!
Por JUAN T H