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Recuerdo un video en los primeros meses de la pandemia. Un señor contaba preocupado sus compromisos poscuarentena. La alta cantidad de tragos que le había prometido a los amigos con los que conversaba a distancia le podían dañar su hígado. Las comidas con allegados que le esperaban le harían subir de peso. Los viajes planificados terminarían con su dinero guardado durante toda la vida

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¿Nos ahorramos mucho por no tener algunos compromisos en el tiempo de pandemia? Sé que otros gastos aparecieron.

Podemos aprender algunas cosas de ese tiempo de cuarentena y restricciones de horarios. Una parte importante de nuestros gastos son sociales. En ocasiones no identificables, pero sí son sociales. El intercambio con los demás nos lleva a utilizar nuestro dinero en cuestiones que no siempre van a cubrir las prioridades que tenemos.

Si hacemos una lista de cosas que deberían ser prioritarias quizá nos demos cuenta de lo que quiero decir: Queremos comprar una vivienda propia o terminar de pagar la hipoteca; adquirir un vehículo o terminar de pagar el préstamo; salir de vacaciones sin pasarnos de contentos en los gastos; pagar las tarjetas de crédito sin atrasos; pagar estudios; comprar sin restricciones en el supermercado; hacer comidas deliciosas los fines de semana (o el día que se nos ocurra);  y mucho más, piensa en algunas que cosa que quisieras hacer y por falta de dinero no haces.

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Vuelvo a la cuarentena: No podíamos salir a comer fuera, pero no dejamos de vivir por ello; no necesitamos ropas nuevas para eventos, y la vida siguió; no salimos de vacaciones; no salimos de compras por comprar; no tuvimos que hacer regalos de boda o de cumpleaños; y así por delante una cantidad de compromisos sociales, costosos por demás, que no se quedaron con parte de nuestro dinero… el de cubrir prioridades y evitarnos estrés financiero.

Mucho dinero no gastado no se pudo convertir en otros sueños. Algunas no tuvieron suficientes ingresos y hasta entraron en problemas financieros. La pregunta es: ¿Cuánto aprendí a no gastar?

Si aprendí, ya que la nueva normalidad a muchos le llegó, el próximo paso es convertirlo en esos sueños que tan difícil nos está siendo alcanzar.

Ahora me preguntará: “¿Qué hago con la sociedad? Tengo la obligación de comportarme como un ente social”.

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Una cosa que la pandemia nos enseño es que las prioridades que la sociedad nos pone no son de vida o muerte. Volvimos a los orígenes, a cuidarnos nosotros y a los nuestros. Retornamos a la parte de la supervivencia. ¿Quién es más importante ahora; los míos o los demás?

Hacer un plan y poner prioridades es lo que sugiero. No es retirarme de la sociedad, pero si el dinero no me está alcanzando para lo básico, tampoco debería usarlo para que los demás no digan.

Mucho menos debería desperdiciarlo haciendo creer a muchos algo que no es, como que tengo dinero para brindar y regalar, cuando el estrés del día de pago de la tarjeta de crédito me está ahorcando.

Mis planes deberían ser más prioritarios que asistir a una boda o un bautizo en otra ciudad o país. Que muchas veces nos invitan por compromiso y hasta se alegrarán si decimos que no podemos asistir… “uno menos para alimentar”.

Aparentar ser tacaño ante la sociedad a cambio de realizar mis planes es una reputación que no me atemoriza tener.

Por Diego A. Sosa

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