JUAN T H
Me pregunto, ¿hasta cuándo veremos por televisión todos los días al ministro de Salud Pública, doctor Rafael Sánchez Córdova, contando muertos, enfermos, contagiados y recuperados del coronavirus que azota a buena parte de la humanidad, como si fuera una lotería para saber a quién de nuestros parientes, amigos o relacionados le ha sacado el primer premio, muerto, el segundo, contagiado, el tercero, dado de alta?
¿Hasta cuándo estaremos viendo todos los días a Gustavo Montalvo hablar a nombre del presidente enunciando medidas que no terminan por resolver nada, y promesas de ayudas a los pobres que no se cumplen?
No lo resisto. La angustia es cada vez mayor. Estoy esperando que un día el maldito virus toque la muera de mi casa y entre como “Pedro por su casa” a matarme. Ya han muerto varios amigos y otros están internos esperando la muerte porque no hay pruebas, no hay medicamentos, no hay camas, solo desesperación y dolor.
Las cifras mundiales son alarmantes, sobretodo en Estados Unidos, España, Italia, Francia, Alemania, Brasil y muchos otros; en la mayoría de los casos por falta de conocimiento, voluntad política, sistemas sanitarios adecuados, recursos económicos, medicamentos, personal médico y paramédico capaces de enfrentar clínicamente la pandemia, que no es tan letal como otras, pero que nos tiene a todos aterrorizados.
Los jefes de Estado y de gobierno que asumieron con responsabilidad y energía, en el tiempo adecuado, pensando en su población, están teniendo menos consecuencias económicas y humanas; en cambio, los que actuaron con negligencia o irresponsabilidad, como Estados Unidos, Brasil, España, Italia, entre muchos otros, pagan un precio muy alto en vidas humanas.
La pandemia ha servido para demostrar la inequidad del planeta. Como siempre los más perjudicados son los pobres, los vulnerables, los que viven hacinados sin educación, salud, seguridad alimenticia, empleo digno, viviendas y protección. Los poderosos jefes de Estado no padecen el virus, y si los obtienen, extrañamente se recuperan, igual que la mayoría de las “figuras” importantes del arte y el deporte. Una buena parte de Nueva York ha quedado desierta porque los millonarios que residen en grandes mansiones, rascacielos y hoteles luminosos, han abandonado la “capital del mundo”, en sus aviones, helicópteros y lanchas, para que la pandemia no los alcance. La historia se repite en cada ciudad, en cada país desarrollado, y hasta en los del tercer mundo, donde los ricos se creen dueños del mundo.
Ante tanta incompetencia y tanta ignorancia política, he llegado a la conclusión de que el mundo está dirigido y gobernado por estúpidos que solo actúan en función de sus intereses y de los intereses que representan, no de la población que los elige o los designa. Pocos estadistas tienen la estatura, pocos funcionarios saben lo que tienen entre manos, pocos los empresarios dueños de corporaciones globales con la sensibilidad para humanizar sus fortunas y hacer del planeta un lugar habitable, no solo por los humanos, sino por la flora y la fauna que mueren lentamente.
En América Latina, Costa Rica, El Salvador, Colombia y Cuba, entre otros, son buenos ejemplos a imitar, al igual que los tigres asiáticos; China, Corea del Sur, Taiwán, Singapur, etc. Ellos tienen gobiernos astutos y responsables, que inmediatamente se enteraron del virus y los daños que causa, tomaron medidas drásticas, de fuerza, urgentes, como lo demandaban circunstancias.
En la República Dominicana la irresponsabilidad, incompetencia y falta de voluntad política, no ha podido ser mayor. Es penoso decirlo, pero gran parte de los problemas que tiene el país en estos momentos, es culpa del presidente Danilo Medina, que siendo una pandemia que nos afecta a todos, no aceptó, ni permitió que el liderazgo nacional, político, religioso, empresarial, sociedad civil, Colegio Médico, etc., participaran en la lucha contra el mal. Lo asumió solo, tratando de ganar provecho político. No escuchó ni habló con nadie creyendo que se la estaba “comiendo”, que tenía una oportunidad de oro para quedarse en el poder más allá de lo que establece la Constitución, ya sea a través de un títere, al estilo Trujillo.
Veo al ministro de Salud junto con los demás funcionarios del gobierno, incluyendo al presidente Medina, dando palos a ciegas, sin un plan, sin una estrategia, sin ofrecerle los recursos económicos a los hambrientos y desempleados, mientras los muertos y los enfermos aumentan todos los días. A veces creo que están en Belén y los Pastores, dando vueltas, buscando un pesebre que hace más de dos mil años se lo robaron.