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Por Alejandro Abreu

Altice

Estamos convocados por el presidente Luis Abinader a construir una nueva relación entre el poder social, económico y político que mejore las instituciones, la gobernabilidad y multiplique las oportunidades económicas y sociales por medio de la acción política concertada y responsable.

Un presidente no es lo mismo que un estadista, los primeros gobiernan motivados por la agenda del día, los segundos pensando en el legado que dejaran cuando le toque su último día en el poder, teniendo a la historia como su principal consejero.

Recurrir al dialogo y la concertación minutos después de una victoria electoral contundente que le asegura la mayoría absoluta del Congreso Nacional evidencia la madures como estadista del presidente Luis Abinader.

El ex presidente Leonel Fernández al oponerse a dialogar se encamina a una derrota estratégica, si persiste en contradecir con esa conducta los reiterados llamados a diálogos realizados en sus gobiernos.

Los políticos modernos deben estar conscientes que la democracia reclama diálogos y conversaciones, palabras y discursos, reconocimiento y respeto a la diversidad de opiniones, pareceres e intereses.

La República Dominicana del presente es el resultado de la resistencia, el dialogo y la lucha incesante por la libertad y la independencia. Nunca hemos buscado ser reinado o imperio, desde el primer día fuimos fundados por las palabras y la acción política. Nuestro primer caudillo armado destruyó su imagen histórica intentando convertirnos en provincia del imperio español y fracasó. Cien años después en el 1965 hicimos la única revolución constitucionalista de América, que separó a los militares del poder directo hasta el presente.

Los principales líderes nacionales después de Trujillo, el último hombre armado en el poder, fueron intelectuales de alto rango y que tenían la palabra como su principal arma política.

Nuestra república siempre ha recibido a los extranjeros sin distinción de religión, idioma, etnia y razas con los brazos abiertos, nunca internamente nos hemos divididos por segregaciones de ningún tipo. Sí, es verdad, nos hemos dividido por la lucha por el poder y el mando, en una especie de guerra civil episódica, que solo paraba cuando se imponía el orden a la fuerza.

Para sorpresa del mundo e ignorancia de otros, desde el 1978 en adelante la guerra civil armada cesó de raíz, los militares se han limitado a mandar en los cuarteles y los que pasaron a la política partidaria no lograron el éxito que buscaban; sin interrupción nos han gobernado, “unido y desunido” las palabras, el discurso y la experiencia de nuestros líderes civilistas y sus partidos.

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Hannah Arendt, la pensadora más lúcida de la modernidad nos enseñó que la libertad es el principio elemental de la política, mientras el personalismo autoritario que se cree dueño de la verdad y excluye las diferencias, violenta el régimen de la igualdad de derechos y el respeto a la dignidad de los otros, idealizando el pasado o el futuro, representa la anti política.

La política y la democracia adecuadamente entendidas y practicadas se sostienen en el debate de las diferencias, los desacuerdos y acuerdos entre posiciones e intereses distintos, en la plaza pública y los medios de comunicación, abiertos y vigilantes, críticos y propositivos.

Representan lo mejor de la imaginación creativa, las vivencias y las experiencias históricas de los seres humanos. Para que sea sostenible se requieren líderes, partidos, empresarios, organizaciones sociales y ciudadanos conscientes y practicantes de los deberes y derechos constitucionales.

La democracia es una construcción económica, social, política y cultural permanente y continua de convivencia, la responsabilidad principal de su vigencia es de las élites políticas, empresariales y sociales, tecnocráticas y civiles.

Desde Aristóteles los principales enemigos de la democracia y las libertades políticas son la demagogia (la degradación de la palabra y los compromisos) y la corrupción (los intereses económicos desbordados); a los cuales agrego el cansancio de ser exitoso, la degeneración y la rutina que nos hace olvidar lo que es verdaderamente importante.

Ignorar en las actuales circunstancias lo que representa el dialogo es buscar el poder sin importarle el interés nacional.

Desconocer que la satisfacción de las necesidades vitales y la consolidación de la democracia, es una responsabilidad mutua de los actores económicos y políticos, para evitar que los intereses privados predominen en la esfera pública y que los funcionarios suplanten la iniciativa empresarial; menospreciar la vigencia permanente del espacio de la palabra, del dialogo, el compromiso, es asumir el síndrome de la anti política, caldo de cultivo de los extremismos populistas.

El presidente de la República Dominicana quiere devolver el poder ganado a los ciudadanos, convocando a un diálogo con los líderes de la oposición política, sociales y empresariales; como un espacio de libertad para la palabra y la acción compartida, con el objetivo de fortalecer la seguridad jurídica, la autoridad de las instituciones y la legitimidad de los actores públicos. Los que interpretan esta iniciativa como una muestra de debilidad o de temor para gobernar, no entienden la administración del poder con sabiduría y maestría, confundiendo sus deseos con la realidad.

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El que se presentaba como el mayor representante de la ‘política con conceptos”, ahora reniega del único recurso que la hace posible, el dialogo razonable con argumentos; el título de su último artículo el lunes de esta semana, acusando sin ninguna prueba que “se robaron las elecciones”, es la evidencia de una voluntad de poder frustrada y de la sequía conceptual que le ha provocado.

Los temas principales puestos en la mesa son de orden constitucional, legal y político, como la independencia del poder judicial, el límite de la continuidad en el poder; la adecuación del modelo fiscal para depender menos del financiamiento externo, revalorar las exoneraciones, las excepciones y superar inequidades; mejorar el sistema de seguimiento, control y rendición de cuentas, el sistema de salud, educación, medio ambiente, seguridad ciudadana y los planes sociales; consolidar los propósitos migratorios y la protección de la frontera, entre otros.

Enfocados desde un centro activo, productivo y creativo que se propone UN NUEVO COMIENZO, donde el método del dialogo es parte del objetivo de construir democracia y oportunidades.

El presidente libre de ataduras y de aspiraciones para el 2028 es la garantía de que su iniciativa no es una acción coyuntural, sino histórica, guiada por la comprensión de que la pluralidad es la característica fundamental de la condición humana y de que el significado político se construye en la experiencia compartida en los espacios públicos, deteniéndonos a pensar en lo que estamos haciendo y a dónde conducimos nuestro país.

Partiendo de que solo se puede enseñar bien y de verdad con el ejemplo, el presidente estadista busca cerrar el capítulo de los insustituibles, convencido de que la verdad, es el resultado del dialogo abierto y la responsabilidad compartida. La concertación y la participación, es el camino para fortalecer la legitimidad pública y superar la impotencia que destruye las instituciones, la política, la economía y las familias.

La mayoría constructiva continuara acompañando a su presidente que con su cercanía, vocación de diálogo, sinceridad y compromiso se ganó su confianza, el bien político más necesario y apreciado en una república democrática.

El autor es sociólogo y Coordinador General de MAYORIA CONSTRUCTIVA

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