Eran las 10:15 de la mañana del 11 de septiembre de 1973. Los militares ya habían rodeado el Palacio de la Moneda y el entonces presidente de Chille, Salvador Allende, se disponía a pronunciar el que sería su último discurso antes de la toma de poder del Ejército. Uno de sus altos mandos de confianza, Augusto Pinochet, lo había traicionado y había decidido llevar adelante un golpe de Estado.
“Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse (…) Mucho más temprano que tarde, se abrirán las alamedas para que pase el hombre libre. ¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!”, dijo el presidente en un último mensaje a todos los chilenos a través de ‘Radio Magallanes’, antes de suicidarse con un balazo y que los militares lo encontraran.
Apenas unos días después del golpe, a miles de kilómetros de distancia, en Estados Unidos, el presidente Richard Nixon mantenía una conversación telefónica con su asesor de máxima confianza, Henry Kissinger. Una llamada que no ha pasado desapercibida a la historia.
“En la época de Eisenhower seríamos héroes”
“Presidente, lo de Chile se está consolidando (…) En la época de Eisenhower seríamos héroes”, dijo Kissinger a Nixon ese 16 de septiembre. “Esta vez no hemos hecho nada directamente”, contestó el entonces presidente de Estados Unidos. “No lo hicimos. Pero sí los ayudamos, creamos las mejores condiciones posibles para que se diera”, continuó Kissinger.
El presidente Richard Nixon y el secretario Henry Kissinger, mientras se reúnen en el Despacho Oval del presidente en Washington el 16 de octubre de 1973. © John Duricka / AP
Esta conversación forma parte de los documentos gubernamentales que los Gobiernos estadounidenses han ido desclasificando a lo largo de los años, inicialmente durante la Administración del demócrata Bill CIinton a finales de los 90s y la última tanda hace apenas unos días, con motivo de los 50 años desde la toma de Pinochet—, archivos que han sido solicitados por Chile para aclarar una pregunta clave: ¿cuál fue el papel de Estados Unidos en el golpe de Estado del 1973?
Tras el golpe, Allende murió y su Gobierno se disolvió. Pero eso no fue suficiente para la junta militar. El mismo día de la conversación entre Nixon y Kissinger, ese mismo 16 de septiembre, el cantautor y profesor chileno Víctor Jara, opositor a la toma militar, fue asesinado a golpes y balazos en el Estadio Chile, en Santiago, la capital. Jara fue tan solo una de las 3.200 personas asesinadas o desaparecidas forzosamente en medio de una represión sistemática a cualquier forma de oposición durante los años que duró la dictadura, revela el actual Ministerio de Justicia del país.
50 años después, este sigue siendo un tema de alta sensibilidad para la sociedad chilena, ya que muchas víctimas y familiares de las víctimas de la dictadura no han visto reparación. El pasado 28 de agosto, siete exmilitares fueron condenados por el secuestro y asesinato de Víctor Jara. Tras la sentencia, uno de ellos decidió suicidarse para no enfrentarla.
Joan Jara, esposa de Jara –de 96 años –, y Manuela y Amanda, sus hijas, han luchado durante 50 años hasta obtener algún tipo de reparación por parte de la Justicia. Para ellas y para muchos otros familiares de las víctimas, conocer el papel que desempeñó Estados Unidos en el golpe forma parte de su reivindicación.
“Todo tipo de reconocimiento sobre la dictadura en el Estado chileno es importante hoy día, cuando aún hay más de 1.100 víctimas desaparecidas”, cuenta Lorena Oyarzún, directora de la Escuela de Gobierno y Gestión Pública de la Universidad de Chile y doctora en Relaciones Internacionales, a France 24.
La viuda de Víctor Jara, Joan Jara, posa para una fotografía durante una entrevista con The Associated Press en Santiago, el jueves 1 de octubre de 2009. El asesinato de Jara, quien fue torturado y asesinado a tiros debajo de un estadio donde se encontraban 5.000 seguidores del derrocado presidente Salvador Allende. fueron detenidos durante los primeros días del golpe de Estado de 1973 en Chile, nunca ha sido resuelto. AP – Roberto Candia
Para muchos analistas, la connivencia entre el Ejecutivo de Augusto Pinochet y el Gobierno de Estados Unidos es clara.
“Washington ha desempeñado un papel fundamental en el traumático pasado de Chile”, sostiene Peter Kornbluh, historiador y autor del libro ‘Pinochet desclasificado: los archivos secretos de Estados Unidos sobre Chile’.
La mano de Estados Unidos en Chile
El 5 de agosto de 1970, a un mes de que Allende ganara las elecciones presidenciales, el Gobierno de Estados Unidos ya estaba pensando en tomar “medidas para derrocarlo”. Así se lo expresó John Crimmins, subsecretario de Estado, al embajador estadounidense en Chile, Edward Korry, a través de una carta. Los funcionarios estadounidenses temían al fantasma del comunismo en su propio ‘patio trasero’.
“Debemos reemplazar un orden económico y comercial obsoleto y radicalmente injusto por uno equitativo que se base en un nuevo concepto del hombre y de la dignidad humana y reformular la división internacional del trabajo, que es intolerable para los menos avanzados, obstruye su progreso y solo favorece a las naciones ricas”, dijo el presidente Salvador Allende en su discurso para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), celebrada en Santiago en el 1972.
Declaraciones que escandalizaron al Gobierno de su vecino del norte. La molestia era evidente: en plena Guerra Fría, Washington no quería ver cómo un líder abiertamente marxista y elegido democráticamente como Allende –el primer presidente que lo fue abiertamente— ascendía al poder en su “zona de influencia”.
“Tenemos que ubicarnos a fines de la década del 60 en un sistema internacional bipolar. Estados Unidos siempre ha considerado a América Latina como su zona de influencia, su ‘patio trasero’, por eso cualquier cambio en la correlación de fuerzas políticas en la región era una amenaza latente para sus intereses nacionales. Según la lógica estadounidense, la ‘amenaza comunista’ debía controlarse, especialmente en el caso de un Gobierno que se definía como marxista y había llegado al poder de forma democrática. El efecto dominó que podía generar en la región atentaba contra el orden y control que la potencia deseaba mantener”, explica Carla P. Vidal Aiach, politológa e investigadora de la Escuela de Administración Pública de la Universidad Católica del Maule, a France 24.
“La amenaza comunista debía controlarse, especialmente en el caso de un Gobierno abiertamente marxista que había llegado al poder de forma democrática”
El Gobierno de Estados Unidos nunca quiso a Allende en el poder. Desde su victoria el 4 de septiembre 1970, la potencia se propuso desestabilizar el Gobierno de la Unidad Popular: influyó en la política interna –realizó operaciones encubiertas para evitar que el Congreso chileno ratificara su victoria y financió a grupos de la oposición de extrema derecha—, también se esforzó por socavar la economía del país. Es también acusado de organizar y financiar un golpe fallido a través de la CIA que terminó con el secuestro y asesinato de René Schneider, comandante en jefe del Ejército de Chile, quien defendía la democracia.
“Estados Unidos fue un actor relevante en la política interna chilena desde antes de la elección de Allende y hasta la toma de posesión de Patricio Aylwin en el año 1990. Apoyó indistintamente a actores políticos: desde los artífices del golpe de Estado y del régimen de Pinochet –en los inicios de la dictadura— hasta a sus opositores, en el proceso de transición a la democracia, según su conveniencia”, sostiene Vidal.
Estados Unidos ha sido acusado de haber intervenido en muchos otros países de la región, a través de la Doctrina Monroe y el Plan Cóndor para instaurar dictaduras militares en toda Sudamérica. De haber apoyado abiertamente, en 1964, al Ejército de Brasil para derrocar al Gobierno democrático de João Goulart. Y lo mismo en Bolivia en 1971, en Uruguay en 1973, en Perú en 1975 y en Argentina en 1976.
“La lucha de la narrativa capitalista de Estados Unidos contra la marxista de Rusia en plena Guerra Fría generó muchas batallas y muchas víctimas fuera de los países directamente afectados, como pasó en el caso de Chile”, apunta Oyarzún.
Acciones que generaron –y aún generan— mucho malestar entre las naciones sudamericanas por atentar contra su soberanía.
“Estados Unidos ha llevado a cabo una intervención absolutamente indebida, muchas veces brutal, en los asuntos internos de Chile (…) generando un debilitamiento constante de nuestras instituciones y democracia”, aseguró Juan Gabriel Valdés, embajador chileno en EE. UU. ante ‘Los Ángeles Times’.
“Estados Unidos tiene la obligación de otorgar una reparación a Chile”
“Durante los tres primeros años de la dictadura —del 1973 al 1973—, que fueron los más cruentos y cuando se contabilizaron más violaciones a los DD. HH., Washington proporcionó ayuda económica y colaboró directamente con la dictadura de Pinochet”, señala Oyarzún.
Estados Unidos ha negado siempre una vinculación directa con los autores del golpe de Estado en Chille. Sin embargo, la evidencia de que boicoteó al Gobierno de Allende y apoyó a la dictadura de Pinochet en sus primeros años lleva a muchos chilenos a pedir que Washington esclarezca su rol y pida perdón por secundar la instauración de un régimen dictatorial que dejó más de 40.000 víctimas directas entre presos políticos, torturados, ejecutados y desaparecidos, de acuerdo a la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura y el Ministerio de Justicia.
“Estados Unidos tiene la obligación de otorgar una reparación a Chile”, asegura Luis Cuello, diputado por el Partido Comunista de Chile, que exige al Gobierno de Estados Unidos una compensación económica para las víctimas además de pedir disculpas. Una iniciativa compartida por otros diputados como Daniela Serrano, de las Juventudes Comunistas de Chile.
Algunos congresistas estadounidenses, como Edward Kennedy o Donald Fraser, han abogado históricamente por pedir perdón a Chile, un gesto que nunca ha llegado a materializarse. En la actualidad, un grupo de legisladores demócratas encabezados por Alexandria Ocasio-Cortez están trabajando codo con codo con la Administración del actual mandatario chileno, Gabriel Boric, para mejorar las relaciones bilaterales y dar acceso a documentos clasificados referentes al golpe de 1973. Algo que, para algunas expertas, es más viable que pedir perdón.
“Es difícil que un Estado que busca proteger sus intereses en un determinado contexto histórico pida perdón por sus actuaciones. Sobre todo, tras ver que Estados Unidos ha repetido el mismo patrón en otros países y regiones (…) Creo que desclasificar nuevos archivos es más factible y tiene un efecto mayor en la búsqueda de reparación y de acceso a la verdad”, defiende Vidal.
Para muchas víctimas de la dictadura pedir perdón es vital para las relaciones bilaterales entre Chile y EE. UU.
“Creo que el reconocimiento de la participación de Estados Unidos en el golpe sería un gesto reparador, significativo y, sobre todo, de justicia histórica. Es importante poder ir reconstruyendo un poco de ese pasado tan difícil que dejó una herida profunda en el país. Aunque sé que es complejo a nivel nacional, creo que Estados Unidos debe hacerlo”, reflexiona Oyarzún.
Un reconocimiento que, 50 años después del golpe a la democracia en Chile, podría dar a las víctimas y sus familiares lo que llevan buscando desde hace años: reconocimiento, reparación y acceso a la verdad.
Por Alba Santana
france24.com