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Por Miguel Ángel Cid Cid

Altice

Leandro andaba siguiendo los rastros del gagá, entro a la habitación del hotelillo ubicado en el centro del Batey Centra de Barahona. La amanecida costaba cincuenta pesos, incluía una bacinilla y un galón de agua. Él quiso otro galón de agua, el precio subió a 75.00 pesos. La precariedad justificaba la desproporción. Hoy el poblado es otra cosa.

La urbe de Barahona está situada a orillas del mar Caribe, se enseñorea sobre la bahía de Neiba en la región Enriquillo, al suroeste de la República Dominicana. Es la ciudad cabecera de la provincia que lleva su mismo nombre y, a su vez, es la capital de la región.

El municipio cuenta con una de las economías más dinámicas e importantes del sur de la isla. El puerto de calado profundo y actividad constante facilita el trasiego de mercancías de diferentes tipos y en cantidades importantes.

Una vez leí un graffiti en un muro del pueblo, decía: “Los pueblos fueron hechos por el hombre, Barahona fue hecho por Dios”.

El turismo

La industria del azúcar, pujante en el pasado, hace de esta ciudad un importante punto de la región sur para proyectos futuros. Los más de 138 mil habitantes como los visitantes, gozan de una oferta de atracciones ecoturísticas de belleza incomparable.

Los turistas llegan en cualquier época, igual pueden degustar plátanos barahoneros, considerados los de mayor tamaño y de mejor calidad del país. Se sirven fritos, hervidos, en Mangú, asados, sean verdes o maduros. Los bananos son acompañados con carnes, pescados, mariscos –crustáceos–. Es común el rancho o sancocho de habichuelas, preparado con carne de res, gallina, chivo y cerdo, además, el asopa’o de camarones.

Los comensales pueden escoger los pecados de la Laguna de Cabral, llamados tilapias y biejacas, se sirven hervidas y en guisos. Si no gustan del pescado de agua dulce, pueden optar por las especies del mar Caribe, dígase, el cangrejo, el lambí, la langosta al limón, al ajillo y guisadas. La cacerola de chivo o de res, son el conjunto de platos preferidos por los nativos y visitantes.

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Otras fuentes de atracción turísticas son: Las playas Saladilla, San Rafael, Los Patos, Caletón, Bahoruco, Quemaito, La Ciénaga y playa Río Caño, en sus orillas reluce la arena blanca como la cal. La Laguna de Rincón, llamada, además, Laguna de Cabral. La trama urbana da la bienvenida a los visitantes con el “Arco de Triunfo”, parte del estilo arquitectónico autóctono y el Polo Magnético en la comunidad de Polo.

El carnaval

La actividad turística se complementa con la celebración del carnaval cimarrón y el Gagá como expresión mágico-religiosa dominicana. “El carnaval cimarrón honra el alzamiento de los negros esclavos en busca de su libertad”.

Los pinta’os de Barahona, se han convertido en una de las obras de mayor impacto y más variado colorido del carnaval nacional. El creador de la comparsa es el artista Francisco Suero (El Gato), un artista popular y, promotor de la cultura barahonera. Tanto el cómo Faustino Jiménez, su ayudante, son una expresión de los barrios populares de la ciudad.

Los pinta’os son fantasía pura, como en un cuento. Consisten en transformar el cuerpo humano desnudo en un lienzo para plasmar una obra de arte viviente. El artista, pincel y pintura acrílica en mano, hace de cada cuerpo un diseño irrepetible. Esta comparsa carnavalesca solo existe en Barahona.

El Gagá

El Gagá es una expresión rítmica y danzante, parte de una manifestación más amplia y simbólica dentro del ritual Vudú. Se origina en Haití y al través del tiempo adquirió nuevas características para asimilarse al folklor dominicano, al sincretismo mágico-religioso con raíces católicas.

La celebración honra la fecundidad llegada con la primavera. Anuncia la entrada del Viernes Santo danzando, repicando los fuetes y bajo el toque rítmico de los tambores y bambúes –especies de flautas rústicas o fututos—. Recorren las calles del pueblo de pe a pa. La danza erótica alborota al más cauto de los mirones.

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Los vestuarios de los Mayores, la Reina y los músicos son de color rojo, verde, amarillo, azul, morado, etc. En la cintura tienen ceñida una falda compuesta de pañuelos que llenan de colorido el ambiente callejero. Para colmo les adhieren espejitos y lentejuelas para imprimir una sensación reluciente.

El ritual invoca, dice Dagoberto Tejeda, a Papá Legbá, el hombre del macuto que lleva los secretos y barre con una escoba para borrar las energías negativas. A Belíe Belcán, el que domina el mal y los demonios. Las reinas del Gagá, por su lado, encarnan a las metresas Anaísa Pie, reina del amor y del hogar; Marta la Dominadora, dominio del mal y de los demonios; Metresili, la Dolorosa, que da riquezas y amor, etc.  

En suma, este complejo fantástico, mágico, colmado de simbolismo muestra la cosmovisión de los pobladores de la isla Hispaniola. Asumir estas costumbres como patrimonio de la diversidad cultural de ambos países debería ser la norma. La práctica o ritual podría ser parte de la cultura dominicana para transfórmala en un atractivo turístico de la región.

Que el Gagá sea el símbolo de los cruces sincréticos de las demás culturas que influyeron en la construcción de la identidad dominicana y haitiana. Convertirlo en materia de estudio del proceso colonial y la consecuente esclavitud presente en el corte de cañas.

Nota:

Los textos de: Deive, Carlos Esteban Vudú y Magia en Santo Domingo – Rosenberg, June C. El Gagá: Religión y Sociedad de un Culto Dominicano y, Tejeda Ortiz, Dagoberto El carnaval dominicano: Antecedentes, Tendencias y Perspectivas.

Miguel Ángel Cid

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Twitter: @miguelcid1

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