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Por JUAN T H

Altice

He dicho reiteradamente que Abel Martínez es un candidato presidencial malo, sin discurso, carisma, ángel, formación intelectual, cultural, política, y, debo decirlo, sin calidades éticas y morales que le permita abordar los temas nacionales con propiedad. Es un blof.

Lo he dicho otras veces: Danilo Medina se equivocó grandemente al preferirlo por encima de Francisco Javier García, Francisco Domínguez Brito, Margarita Cedeño, incluso Gonzalo Castillo. Las encuestas parecen darme la razón, pues lejos de aumentar su nivel de aceptación, desciende, colocándose por debajo de un 15%.

Ante la falta de formación política, intelectual y cultural, el candidato del PLD se la pasa lanzando “patadas voladoras” que no lograr impactar en el cuerpo de sus contrincantes. Acusó al presidente del Partido Revolucionario Moderno, José Ignacio Paliza y al Consultor Jurídico del Poder Ejecutivo, Antoliano Peralta, de haber sostenido “una reunión secreta” con el presidente de la Junta Central Electoral, Román Jáquez Liranzo, sin ser verdad. Fue desmentido categóricamente por los incumbentes.  ¡No pega una! ¡Lo mismo le sucede al expresidente Leonel Fernández, pero por su desesperación, no por falta de conocimientos!

Ahora el candidato presidencial del PLD se destapa con otra “pachotada” acusando al Consejo Nacional de la Magistratura y el gobierno de haber seleccionado como presidente del Tribunal Constitucional a un “perremeísta disfrazado” como Napoleón Estévez Lorenzo, a quien no tengo el placer de conocer, pero que sus colegas afirman que es un buen profesional, de grandes méritos académicos, vocación de servicio y ciudadano ejemplar.

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Si en algo no he estado de acuerdo con el presidente Luís Abinader es en descalificar a las personas por su vinculación política partidaria, porque creo que un profesional o cualquier ciudadano debe ser evaluado en función de sus capacidades y de sus condiciones éticas y morales, no de su militancia partidaria. Romero Confesor, creo, fue un excelente juez. Luís Henry Molina, actual presidente de la Suprema Corte de Justicia, a pesar de su antigua militancia en el PLD, ha actuado como juez, no como militante o dirigente de un partido. Milton Ray Guevara no sale de una iglesia para ser presidente del Tribunal Constitucional, por el contrario, sale de la Fundación Institucionalidad, y Justicia (Banco Popular), de la diplomacia, embajador en París, catedrático meritorio, dirigente del PRD del cual fue incluso senador por su natal Samaná, amigo del doctor José Francisco Peña Gómez, etc. Nadie discute que ha sido un gran presidente del Tribunal que ha dirigido por muchos años. consciente de su rol político y social. Ha sido un garante de la Constitución. Evitó que Danilo Medina intentara reelegirse violando la Carta Magna.

Respaldé al hermano Eddy Olivares como candidato a presidir la Junta Central Electoral a pesar de su honrosa condición de dirigente del PRM, no por militancia partidaria, sino por sus valores éticos y morales, por su experiencia y conocimiento de la ley electoral y respeto por la Constitución de la República. Creí -y sigo creyendo- que era el mejor, y más idóneo, aspirante a presidir la JCE.

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El candidato presidencial del PLD no tiene calidad moral para criticar que el Consejo Nacional de la Magistratura seleccione a un juez por su alegada militancia política, porque el PLD, su partido, del cual es candidato, se blindó en la justicia escogiendo jueces y fiscales militantes y dirigentes de su partido sin haberlo denunciado, sin protestar ni oponerse. Al contrario, lo respaldo con entusiasmo. Por eso no tiene calidad para hablar.

Leonel Fernández, ex compañero de partido, nombró presidente de la Suprema Corte a su amigo y socio de oficina, militante del PLD, a Mariano Germán. He buscado la denuncia de Abel Martínez en la prensa y no la encontré. Igualmente, Leonel designó a sus cachanchanes, tanto en las “altas cortes” como en la Procuraduría y en las distintas fiscalías a sus socios y amigos del partido para blindarse judicialmente, en su condición de líder y presidente de la República. Abel Martínez nunca dijo ni esta boca es mía. Se metió la lengua donde no le daba el sol. ¡Farsante!

Lo que Abel Martínez debe hacer, en vez de hablar tantos disparates, es explicarle al pueblo, incluso a la justicia, el origen de su inmensa fortuna, adquirida tras su paso por la presidencia de la Cámara de Diputados y de la alcaldía de Santiago.

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