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     POR JUAN T H 

Altice

Con apenas el cinco por ciento de la población mundial, en relativamente poco tiempo, a pesar de su juventud como nación, Estados Unidos se ha convertido  en el gendarme del mundo, en el imperio más fuerte y poderoso que ha tenido  la humanidad después del Imperio Romano, imponiendo su dominio en América Latina, al que considera su traspatio, Asía, África y Europa, a quienes les ha hecho la guerra en sus diferentes modalidades hasta hacerlos sucumbir para obtener sus recursos naturales renovables y no renovables con los cuales afianza no solo su poder, sino su desarrollo. 

Antes de entrar en detalles, habría que recordar que Estados Unidos nace sobre la base de la esclavización, explotación y exterminio, por pandemias y violencia, de la población nativa, es decir de los indígenas, que cien años después, se calcula en más de 55 millones, el 90% de los nativos, cifra superior a los muertos durante la Segunda Guerra Mundial.  

Lo que vino tras la llegada de los europeos a territorio americano, no fue casualidad. Se quedó corto el libertador Simón Bolívar cuando dijo: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Divina Providencia para plagar la América de hambre y miseria en nombre de la libertad”. Muchos años después el dictador mexicano Porfirio Díaz, que duró más de 30 años en el poder, proclamó: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos, país al que despojó de alrededor de dos millones de kilómetros cuadrados durante una guerra expansionista totalmente desigual. 

Si hay una dictadura en el mundo, fascista, cruel, brutal, criminal y abusiva, es la de Estados Unidos, imponiendo su voluntad por la fuerza militar, por la fuerza que imponen sus medios de comunicación, cada vez más poderosos, creando corrientes de opinión para desacreditar y derrocar a los gobiernos que no les son sumisos. 

La mayoría de los países latinoamericanos han sido víctimas de invasiones, asesinatos de sus principales líderes y golpes de Estado para derrotar a los gobiernos no responden a sus intereses. Los ejemplos sobran. 

Estados Unidos decide qué gobierno es democrático y cual no; que presidente es un dictador y cual no. En nombre de la libertad, la democracia y el respeto a los derechos humanos, se cometen los abusos, los atropellos y los mayores crimines en contra de los pueblos. Los ejemplos sobran. Y no vale la pena embadurnar cuartillas y salpicarlas de sangre. 

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(México, Cuba, República Dominicana, Granada, Chile, Venezuela, Ecuador, Perú, Haití, Puerto Rico, Argentina, Uruguay, Paraguay, Brasil, son sólo algunos botones que sirven de muestra para el crimen, el abuso cometido durante años para justificar, en nombre de la libertad y la democracia, el desconocimiento del derecho internacional que garantiza la autodeterminación de los pueblos)  

Estados Unidos es, sin dudas, un gran país, con más de 9 kilómetros de territorio, 330 millones de habitantes, la primera potencia, con la segunda economía más grande del planeta detrás únicamente de la República Popular de China; pionero en investigación científica, innovación tecnológica, con diez de la principales universidades del mundo, etc. 

Sin embargo, no hay mayor dictadura en el mundo, que la existente en Estados Unidos, donde dos partidos, el Demócrata y el Republicano, que se disputan y se intercambian el poder, sin mayores divergencias políticas o ideológicas, cada cuatro años. En ese país impera la dictadura del capitalismo. Hoy gobiernan los Republicanos, mañana los Demócratas. Hoy los Republicanos tienen mayoría en el Congreso, mañana esa mayoría la tienen los Demócratas. Es el equilibrio, el contrapeso de la “democracia”, Es un “gatopardismo” (cambiar para que todo siga igual) legitimado en procesos electorales que no siempre se producen transparéntemele. (No olvidemos el asalto al Capitolio ordenado por el expresidente Donald Trump, con cinco muertos, decenas de heridos y apresados, sin ninguna consecuencia real; ni el fraude hecho en Miami al vicepresidente y excandidato presidencial Al Gore, ni el Aréngate del difunto Richard Nixon) 

La democracia estadounidense es un juego de intereses entre capitalistas, un juego de poder. Estados Unidos no tiene amigos ni enemigos, tiene intereses. Y como dijera Mao hace muchos años, “nada divide más a los seres humanos, que los intereses”. También ellos los unen coyunturalmente. Si Salvador Allende se hubiera plegado a sus intereses, de no haber perjudicado a los magnates dueños de las transnacionales, no lo tumban con un golde de Estado, ni lo matan. Lo mismo que muchos otros países latinoamericanos reducidos a la obediencia a través de un golpe de Estado. 

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¿Qué país invadido por Estados Unidos en el mundo ha salido de la pobreza y de la miseria? ¡Ninguno! Al contrario, tras el saqueo, son más pobres. Quedan convertidos en ruinas de muerte y desolación. 

China, el país más poblado del mundo, resolvió el problema del hambre y la pobreza absoluta según han diagnosticado las Naciones Unidas, porque, como dijera el líder Deng Xiaoping, no importa si el gato es blanco o negro, lo que importa es que cace razones. Es decir, lo que importa es que resuelva los problemas existenciales y materiales de la gente. China es hoy un país de clase media.  

Sin embargo, en la “democracia estadounidense”, con todo su poderío militar, sus casi mil bases militares desplegadas por todo el mundo, tiene cerca de 40 millones de pobres e indigentes, sin educación, sin empleo, durmiendo en las calles, pidiendo limosna. La segregación racial aún se mantiene en gran parte del Sur. 

El gobierno estadounidense tiene el poder económico, político y militar para resolver el problema haitiano, pero no le interesa hacerlo, como tampoco le interesa solucionar lo de Israel, que con su apoyo produce un holocausto en la Franja de Gaza. Le interesa Venezuela, donde existe la mayor reserva petrolera del mundo, oro y otros metales preciosos y costosos. Así va la política exterior norteamericana, no importa que gobiernen los demócratas o los republicanos. 

El capitalismo no ha resuelto uno solo de los grandes problemas de la humanidad. Al contrario, los ha agravado. La “democracia del capitalismo” ha fracasado. Esa en la verdad. ¡la pura verdad”. “El sueño americano” para millones de seres humanos es una pesadilla. Yo sigo teniendo el sueño de Martin Luther King (I have a dream) para toda la humanidad, no sólo para unos pocos millonarios. 

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