Por Miguel Ángel Cid Cid
Frente a esa vorágine, las autoridades dominicanas llevan años clamando por una intervención de las Naciones Unidas en el país vecino. El gobierno haitiano se sumó a la ola y, se declaró incompetente para enfrentar las pandillas armadas.
A inicios del presente siglo, la nación haitiana fue ocupada por los Cascos Azules de la ONU. La Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití: MINUSTAH, se estableció en la isla el 1 de junio del año 2004. La misión la integraban, en su mayoría, soldados ecuatorianos y uruguayos.
El nombre lo indica, las fuerzas de paz tenían la tarea de estabilizar el Estado haitiano. Pero en especial las instituciones del orden público, la policía, la administración y la justicia, por ejemplo.
Pero el ejército interventor se enfiló en agenciarse complicidades tanto de haitianos como de dominicanos en la frontera. Se proponían conocer a profundidad los burdeles instalados en la línea fronteriza.
Es sabido que el bajo mundo domina información sobre la cultura y el poder en todas las sociedades. No en valde los senadores romanos eran asiduos a los bacanales, fiestas populares no oficiales.
Los soldados de la MINUSTAH terminaron camuflados como si fueran uno más entre los clientes de los prostíbulos. Así pretendían dizque recabar información para lograr los objetivos de estabilizar a Haití.
Estaban seguros que, una vez empoderados de la dinámica socio-política de los haitianos lloverían soluciones al complejo problema de la inseguridad.
Pero los interventores, atrapados en el éxtasis de la copulación, de tanto acostarse rebosaron el “copulario”. Se volvieron activistas de la cama como método de investigación-participante. La demanda de data aumentó, las informantes clave se multiplicaron en la misma proporción.
Se instalaron, debido a lo anterior, nuevos prostíbulos para cubrir la demanda.
La hora de la retirada era inexorable, los sorprendió en pleno acto de gozarse a sus anchas. Los cascos ya estaban azul grisáceo, se destiñeron debido al trabajo intenso y el candente sol del Caribe.
El fin de la intervención se fijó para mediado del año 2017, no sin antes dar formación, por lo menos, al cuerpo de policías.
Apresurados, los Cascos Azules se valieron de sus amigos de andanzas para cumplir su tarea. Los rangos se asignaron según la carga de complicidad.
Los policías, poco tiempo después comenzaron a desertar. Se dieron a la fuga llevándose con ellos las armas de guerra modernas que les entregó la MINUSTAH. Al verse en desamparo y bien armados decidieron seguir el ejemplo de sus formadores.
No es casual que las bandas exhiban las armas de los Cascos Azules impunemente. Ni hablar de las adquiridas en el tráfico natural de armas.
Se reconoce como una genialidad fuera de serie el extrapolar el método etnográfico desde la antropología a la política. Pero la acción-participante tiene sus trampas. Identificarse en demasía con el objeto de estudio es el más común de sus engaños.
Con todo, la MINUSTAH —antes de irse— prestó grandes aportes a Haití. Primero, formó el Cuerpo de Policías. Segundo, constituyó una asociación de pandillas para infundir terror. Tercero, les dejó como legado la epidemia del cólera como herramienta de control demográfico.
Los tres aportes anteriores sirven de colofón al cuarto aporte: consolidar el sistema de empobrecimiento de Haití iniciado por la Francia napoleónica.
Luego de varios años de ausencia interventora, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas regresará a Haití con otra fuerza de paz. En la ocasión le tocará a Kenia ser la punta de lanza.
Pero, que las tropas interventoras sean comandadas por Kenia está genera conflictos internos. Mientras escribía este artículo, fue destituido Alfred Mutua, Canciller de la República africana. Tiene posiciones encontradas sobre el envío de tropas. La oposición política keniana no se queda atrás.
La comidilla crece —antes de llegar las tropas africanas— ¿los soldados kenianos serán propensos a los métodos de la antropología? Seguirán el ejemplo de las anteriores ocupaciones al vecino Haití.
Parece que todavía queda algo que buscar en Haití. Pero a Kenia le tocará ser la mula.
Miguel Ángel Cid