Era de noche y llovía. José Ramón Cabrera (Mon), todavía un mozalbete, nunca imaginó que en pocos minutos se convertiría en un hombre bravo, en un tabarrón. En ese entonces caminaba de regreso a su casa cuando un hombre fornido le preguntó la hora.
–Son las doce de la noche–, dijo.
El hombre, sin mediar palabras, le sonó un pescozón que lo dejó viendo estrellitas.
¿Qué es un tabarrón?
La década de los ochenta del siglo pasado fue conocida como la década perdida. Los jóvenes de los principales barrios del país querían sentirse importantes. Anhelaban ser respetados. Por ello se enganchaban un cuchillo en la cintura para meter miedo a su alrededor.
Se hacían llamar tabarrones.
Los enfrentamientos entre pandillas era lo común. La banda de la calle Capotillo contra la del Matadero. O la de la Yagüita contra el grupo de El Callejón del Ejido. Todos los días se producía un pleito cuchillo en mano, en una o más de estas barriadas: La Joya, El Ejido, La Yagüita de Pastor, Villa “M…..”, entre otras.
El Diccionario Libre dice que el tabarrón es “la persona que se acuesta por dinero o placer” con un homosexual. Pero el tabarrón dominicano renegaba de la homosexualidad. No se conoce de ninguno de ellos que incurriera en esa práctica sexual.
El tabarrón de nuestros barrios tiene mayor similitud con el tabarrón de Ignacio Ruíz Quintano. Para este periodista español un tabarrón es un insecto repugnante. Un funcionario público malo es un tabarrón. Igual puede ser un delincuente, una persona impertinente, o un antisocial. Quintano ha sido redactor, cronista parlamentario, crítico de cultura y columnista en ABC.
El tabarrón era un personaje despreciado, que infundía miedo a las personas de su entorno. Por cualquier quítame esta paja, un tabarrón le propinaba una puñalada mortal a una persona indefensa.
El tabarrón es, más o menos, el equivalente al “matatan” que se hizo famoso en un anuncio del ron Barceló. Un personaje repugnante que se siente orgulloso de ser lo que es.
Los tabarrones se hacían llamar por un apodo corto o que el mote sea de uso común. La intención era que la gente se aprendiera fácil y rápido sus nombres. Por ejemplo: El Duro, La Ciega, Freddy, Lava Muerto, etc.
La aspiración de Mon
José Ramón Cabrera es nativo de El Ejido, Santiago. Para el 1984 solo alcanzaba los veintiún años de edad. Un muchacho flaco y atrevido. Tan atrevido que su principal aspiración era convertirse en un tabarrón temido por todos. En su casa y en el barrio, los familiares y amigos le llamaban Mon.
Ramón Cabrera se sentía hinchado al hablar de su aspiración. Él decía: — Ustedes verán que muy pronto, cuando la gente me vea pasar dirán entre ellos, ¡ese es Mon el tabarrón! –
El corredero de Mon
Ese día el sol se tapó con el nubarrón que se plantó desde el amanecer, a pesar que las lluvias eran ocasionales. Mon salió de su casa a prima noche, como era su costumbre. Pero estaba decido a regresar temprano para aprovechar la temperatura fresca en la cama.
Cuando el hombre le sonó su pescozón, Mon atinó a correr. Pero luego de avanzar como un bólido varios metros recordó que tenía un puñal en el cinto.
Entonces se dijo a sí mismo: “eso es muy feo un hombre armado y corriendo”.
Así que decidió regresar a donde su amigo inesperado. El fortachón estaba en el mismo sitio de cuando le preguntó la hora. Parece que esperaba golpear a otros flacuchos que cruzaran por su frente.
Mon vio la oportunidad de hacer su historia para echar a andar su nombre. Así que actuó rápido y con precisión. No le dio tiempo ni a respirar. Una puñalada en un costado del estómago y otra estocada en el brazo derecho. Entonces le dijo:
— ¿Sabes por qué no te mato? Para que puedas decir que le debes la vida a Mon, el tabarrón del Ejido –
La noche que José Ramón Cabrera estrenó su puñal, su historia corrió como pólvora por todo Santiago.
Por Miguel Ángel Cid Cid
Twitter: @miguelcid1