Por Luis González Fabra
El desorden migratorio que vive nuestro país deja al descubierto el fracaso del gobierno en controlar el territorio de esta isla donde vivimos, de apenas 48 mil kilómetros cuadrados.
Compartimos la isla con Haití pero la frontera entre ambos países es imaginaria. Se traspasa con suma facilidad en cualquier punto de los poco mas de 300 kilómetros que la componen.
Con Pedernales colinda AnSa Pitre, un municipio haitiano separado por nuestro territorio por un hilo de agua que no representa obstáculo para quien quiera saltarlo, de aquí para allá o de allá para acá.
El flujo de personas entre AnSa Pitre y Pedernales es igual que el existente entre Ciudad Nueva y San Carlos en nuestra capital. No hay impedimento entre una y otra localidad.
En Jimaní, donde funciona una oficina de aduanas, hay un portón que nos separa del vecino país, esto es solo una formalidad, por las orillas del Lago del Fondo los ciudadanos de ambos países cruzan de un lado a otro sin inconvenientes. Este lago es también conocido como Lago Azuey, es el segundo mayor cuerpo acuífero de la isla, después del Lago Enriquillo. Tiene una superficie de 170 kilómetros cuadrados.
Es lago estaba totalmente en territorio dominicano pero los haitianos hicieron una reclamación territorial en 1899 y 30 años mas tarde se firmo un nuevo tratado fronterizo mediante el cual la Republica Dominicana renuncio y cedió a Haití la mayor parte del lago y otros territorios, unos tres mis kilómetros cuadrados.
En Elías Piña las lomas, montes y caminos de entrada y salida de fincas son el espacio de camino real para los haitianos. La escasa vigilancia de los militares apostados en esa zona en cuarteles desvencijados y llenos de carencias no tienen capacidad para defender mediante la detención a los transeúntes haitianos que transitan con su carga de pobreza y la cabeza llena de esperanza en una nueva y mejor vida.
Hay muchos kilómetros de frontera donde prevalece la “tierra de nadie”. Es solo un trillo lo que define y divide a un país de otro. Se puede caminar dando un paso en Haití y otro aquí.
Con una frontera de esas característica es, a mi juicio, prácticamente imposible solo con la presencia militar evitar la inmigración ilegal de haitianos, un trafico que tiene muchos años realizándose y que en los años recientes se ha intensificado al máximo.
La solución no es militar. Es económica y social con la participación militar.
Hay quienes proponen un muro a lo largo de toda la frontera. No lo descarto. Pero pienso que aun con el muro la frontera requiere de un esfuerzo oficial organizado y expresado en políticas publicas bien definidas.
2
El primer lugar es necesario evitar la continua despoblación de los pueblos fronterizos. La gente sale de ellos por la falta de oportunidades de trabajo. La agricultura no ha sido capaz de crear esas oportunidades. Los gobiernos hacen proyectos agrícolas a través del Instituto Agrario y otras organizaciones, pero al poco tiempo los abandonan a su suerte y los parceleros se van del sitio.
Hay que crear empleos. Fuentes de trabajo para que la gente se arraigue en su pueblo.
Es deber del gobierno establecer una política firme de atracción de inversionistas nacionales y extranjeros hacia la frontera.
Los inversionistas acudirán a la frontera, como lo han hecho a Punta Cana, cuando se les ofrezcan exenciones tributarias y se les libere del impuesto sobre la renta a la reinversión que hagan en la zona de sus ganancias. Lo mismo para para la importación de equipos y maquinarias y otros insumos que demanda a producción. Esto no es nuevo. Se hace actualmente en otras áreas y la practica viene de los años 1940-41 cuando Trujillo gobernaba la Nación.
Es necesario estimular la migración de calidad hacia los pueblos fronterizos. Profesionales de distintas ramas del saber dispuestos a servir en esos pueblos y establecerse allí por tiempo indefinido si se les otorga un buen salario. Se les garantiza una vivienda de calidad. Becas de estudios a sus hijos. Facilidades de crédito para iniciar negocios, y otros beneficios colaterales.
Organismos oficiales en colaboración con universidades dominicanas podrían elaborar un programa de desarrollo social para los pueblos de la frontera donde se incluya la organización social. La gente tiene que aprender a organizarse. Trabajar en lo colectivo. Ser inclusivo. Entender la importancia de la solidaridad y la cooperación.
Toda sociedad desarrollada tiene como base de sustento una organización social solida. Cuando esa base se deteriora también lo hace la sociedad que sustenta.
La pesca debería una gran empresa del suroeste fronterizo. No lo es. Nunca entidad alguna se ha dispuesto a organizar a los pescadores en cooperativas serias, creíbles, participativas. Con subsidios temporales de parte del gobierno y la industrialización de la pesca para producir proteínas a bajos precios.
Solo con acciones de esta naturaleza, desarrolladas con seriedad, transparencia y sin corrupción, será posible enfrentar con éxito el flujo de inmigrantes haitianos hacia el país.
Esto podría sonar a sueño. Utopía. O cualquier otra cosa. Pero todo lo que hay en el mundo existe a partir de una idea. Miles de millones de ideas se pierden cada día, felizmente otras tantas fructifican y se hacen realidad.
Recordemos que Israel ha conseguido su extraordinario desarrollo bajo el lema de: “hagamos lo imposible primero y lo posible después”.